Festivales al Parque 2025: cuando una ciudad se reconoce en su sonido

Festivales al Parque 2025: cuando una ciudad se reconoce en su sonido

En 2025, Bogotá volvió a demostrar que su latido más profundo está hecho de música. A lo largo del año, más de 660 mil personas se encontraron en los nueve Festivales al Parque, una apuesta del Instituto Distrital de las Artes (Idartes) que a sus 29 años ha dejado de ser una serie de eventos musicales para consolidarse como una verdadera política cultural: una forma de entender el arte como derecho, el espacio público como escenario y la ciudadanía como una comunidad que se construye a través del sonido.

Con 192 agrupaciones —71 distritales, 69 nacionales y 52 internacionales— y más de 1.200 músicos, los Festivales al Parque 2025 fueron un espejo donde Bogotá se miró diversa, ruidosa, compleja, pero también esperanzada. Cada festival —desde Joropo hasta Salsa— se transformó en una experiencia colectiva que confirmó lo que la ciudad ha aprendido en casi tres décadas de historia: cuando nos encontramos alrededor de la música, se renueva la confianza en lo público y se fortalecen los lazos sociales.

El año comenzó con Joropo al Parque, una celebración que hizo vibrar al corazón de la capital con la fuerza de los llanos. Édmar Castañeda tejió un puente entre el joropo y el jazz, mientras Astrid Carolina y El Yopo demostraron que las raíces no están reñidas con la experimentación. Con 38 mil asistentes, el joropo se sintió contemporáneo, vital y urbano.

De esa raíz se pasó al rugido de Rock al Parque, el festival gratuito más grande de su tipo en América Latina, que este año reunió a más de 253 mil asistentes y 56 agrupaciones. Tres jornadas que atravesaron el metal, el rock latino y los sonidos alternativos, en una curaduría que recordó que el rock no solo se escucha, sino que se ve, se encarna y se comparte. Cemican desde México llevó rituales prehispánicos al escenario; Don Tetto sorprendió con un performance que mezcló guitarras y mariachis; y Los de Abajo transformaron su concierto en una fiesta colectiva que unió generaciones.

El viaje continuó con Colombia al Parque, una cita que reivindicó las músicas de raíz como una conversación viva entre pasado y presente. Con 27.500 asistentes, el festival celebró lo rural, lo ancestral y lo diverso. Nicoyembre, La Perla y las agrupaciones nariñenses Patacoré y Los Hermanos Genoy mostraron que el país se narra también a través del sonido, con tambores, quenas, tiples y fusiones que desdibujan las fronteras entre lo popular y lo contemporáneo.

El pulso urbano lo marcó Hip Hop al Parque, que reunió a más de 75 mil personas y 24 agrupaciones en un fin de semana de beats, palabra y calle. La edición estuvo marcada por una alta participación femenina: Ana Tijoux, Las Ninyas del Corro, Spektra de la Rima, Neblinna y Conexão Katrina dieron testimonio de un movimiento que hoy es también espacio de resistencia y sororidad. Granuja, Lord Kossity y colectivos locales como Mafia Crew completaron un cartel que reafirmó el poder político del hip hop en la Bogotá contemporánea.

Entrevista con Ana Tijoux en nuestras cobertura de Hip Hop Al Parque 2025

En medio de esa diversidad, el Vallenato al Parque reafirmó el compromiso con la memoria musical del país. Más de 53 mil asistentes celebraron junto a Poncho Zuleta, Iván Zuleta y la joven Reina Menor María José Arias la fuerza intergeneracional de este género. En el parque, el acordeón volvió a ser testigo del país que recuerda, que canta y que se reinventa desde sus propias tradiciones.

El sonido de los parques también se llenó de improvisación y mestizaje con Jazz al Parque, donde 23 mil personas disfrutaron de una programación que fue desde los vientos de Antonio Arnedo —celebrando los 25 años de su disco Colombia— hasta la vanguardia del pianista armenio Tigran Hamasyan y el virtuosismo del saxofonista estadounidense Joshua Redman. Bogotá volvió a ser laboratorio sonoro, ciudad de jazz, improvisación y encuentro.

Entre los hitos del año destacó Popular al Parque, uno de los festivales más jóvenes del circuito, que reunió a 72 mil personas en torno a las músicas del amor, el desarraigo y la vida campesina. Giovanny Ayala protagonizó uno de los momentos más emotivos del año al reencontrarse en tarima con su hijo, Juan Sebastián, tras tres años sin verse. Heredero celebró la carranga contemporánea con su éxito Coqueta, y Pipe Bueno junto a Edén Muñoz cerraron el festival con un homenaje transnacional a los puentes entre México y Colombia.

El ciclo de festivales culminó con Salsa al Parque, que convirtió al Parque Simón Bolívar en un inmenso salón de baile. Más de 320 músicos, 181 bailarines y 18 agrupaciones —entre ellas Yuri Buenaventura, Porfi Baloa, Grupo Galé y La Sonora Ponceña— hicieron de Bogotá una capital salsera. Entre coleccionistas, selectoras, ruedas de casino y carpas bailables, la salsa volvió a sentirse como lo que es: un lenguaje emocional, una escuela de vida y una memoria compartida.

Más allá de la música, los Festivales al Parque son también plataforma y ecosistema. Idartes fortaleció este año sus alianzas internacionales con programadores y curadores de México, Chile, Ecuador, Brasil y España, abriendo oportunidades para que artistas distritales participen en escenarios como Vive Latino, WOMAD, Quito Fest y Mucho Brasil. La circulación cultural se convierte así en una estrategia concreta de proyección y sostenibilidad artística.

Entrevista Coast Contra Hip Hop Al Parque 2025

El cuerpo también tuvo protagonismo. Más de 140 bailarines hicieron de la danza una forma de narrar la ciudad. La Batalla Internacional Vía Alterna – BIVA coronó a Young Kings en Hip Hop al Parque, mientras las ruedas de casino y las escuelas de salsa hicieron del público una coreografía colectiva.

Las Zonas de Arte y Emprendimiento (ZAE) consolidaron su papel como mercado creativo, con 99 emprendimientos que registraron ventas por más de 439 millones de pesos. Libro al Viento participó por primera vez en todos los festivales, entregando más de 16.500 ejemplares y reforzando la idea de que la cultura no solo se baila o se canta: también se lee.

La sostenibilidad fue otro pilar de 2025. Gracias al apoyo del British Council y su programa Cultura Circular, la estrategia EcoFestivales logró recuperar 6.400 kilogramos de materiales y alcanzar un 71% de aprovechamiento. Más que cifras, fue un paso decisivo hacia una cultura ambientalmente consciente, que entiende que celebrar no debe significar contaminar.

El impacto fue tangible: el 90% del público declaró sentirse más conectado con la identidad bogotana, el 99% aseguró que volvería y recomendaría los festivales, y la derrama económica superó los 19 mil millones de pesos, beneficiando a sectores como gastronomía, transporte y comercio local. Además, una cuarta parte de los asistentes llegó desde otras ciudades o países, con Perú y México como principales orígenes.

Después de casi tres décadas, los Festivales al Parque son mucho más que un calendario de conciertos. Son una forma de ejercer la ciudadanía cultural, un patrimonio vivo y compartido. En cada nota, en cada baile, en cada pogo o rueda de casino, Bogotá se reconoce: una ciudad que suena, que resiste y que se celebra a sí misma. Porque cuando el arte ocupa el espacio público, la vida se vuelve más habitable y la ciudad más nuestra.

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