Desde Ciudad de México, el dúo Titanic, compuesto por el productor y multiinstrumentista Héctor Tosta (I. la Católica) y la compositora, cellista y vocalista Mabe Fratti, irrumpe nuevamente con Hagen, un disco que confirma su capacidad para reconfigurar el pop contemporáneo con una sensibilidad sonora audaz, rica y profundamente emocional.
Si Vidrio (2023) ya había captado la atención global, con elogios de medios como Pitchfork, NPR y The Guardian, Hagen lleva esa propuesta aún más lejos: es una obra ambiciosa, multidimensional, que juega con lo teatral, lo ritual, lo íntimo y lo monumental. Aquí no hay canciones fáciles, pero sí composiciones que abren grietas y posibilidades. Titanic no hace música para encajar: la hace para conectar, confrontar y curar.


Un rompecabezas de sonidos e imágenes
Hagen es un álbum cargado de contrastes: belleza e inquietud, melodías dulces y ritmos ásperos, instrumentación refinada y crudeza emocional. Desde el arranque con “Lágrima del sol”, una especie de mantra percutivo con atmósfera ochentera, el disco despliega un imaginario sonoro tan exuberante como cerebral. El tracklist está lleno de títulos sugerentes como “Gotera”, “Gallina degollada” o “La trampa sale”, que invitan a la escucha como exploración poética.
Fratti canta desde un lugar íntimo pero sin concesiones. No interpreta: encarna. En piezas como “Gotera”, su voz se desliza entre coros que funcionan como coros griegos y guitarras que estallan como fuego cruzado. El resultado es una experiencia multisensorial, una obra que desafía pero nunca aleja.
“Pájaro de fuego” y el vuelo de la colaboración
Uno de los momentos más hipnóticos del álbum es “Pájaro de fuego”, donde se suman las texturas sónicas de Daniel Lopatin (Oneohtrix Point Never) y el productor Nate Salon, elevando la pieza hacia lo espectral. No es casual: Titanic construye con este disco un puente entre el avant-pop latinoamericano y las vanguardias internacionales, sin dejar de ser intensamente personal.
Pop que no se explica, se siente
Críticos han definido a Titanic como una especie de “pop metafísico”. Y es cierto: Hagen tiene algo de ritual, de conjuro, de exploración existencial. Pero también tiene canciones que conmueven desde lo sensorial, como la desgarradora “Libra” o el cierre majestuoso de “Alzando el trofeo”, que suena como una ceremonia de despedida y consagración.
Grabado entre CDMX y Nueva York, el disco fue producido por I. la Católica, con co-producción de Fratti y Salon. Las grabaciones se realizaron en Tinho Studios, el hogar-estudio del dúo, así como en Golden Girl Studios y Circular Ruin Studios, con mezcla de Santiago Parra y masterización de Rafael Anton Irisarri en Black Knoll Studios.