Por Ulises Sanher
Después de treinta años escribiendo sobre la oscuridad con la sensibilidad de un pintor impresionista, Deftones nos entregan Private Music, su décimo disco, no como un grito, sino como un susurro cargado de profundidad. Y aunque las etiquetas se empeñen en encasillarlos entre lo alternativo, lo nu-metal o el art rock, lo que han construido trasciende cualquier categoría.
Este álbum, quizá el más íntimo de su carrera, marca también una madurez emocional de la banda —una disposición a no resolver, a vivir en el misterio de lo que se siente pero no siempre se puede explicar. Private Music no es un regreso ni una reinvención. Es simplemente una afirmación: seguimos aquí, seguimos creando con la misma honestidad que nos trajo hasta este punto.
De raíces latinas y sensibilidad global
Es fácil olvidar —o pasar por alto— que tanto Chino Moreno como Frank Delgado son parte del tejido latino de la música alternativa en Estados Unidos. Hijos de migrantes, hijos del contraste entre dos mundos, han traído esa dualidad a su sonido desde el inicio. El contraste entre la violencia del riff y la fragilidad de la voz no es solo una fórmula: es una metáfora de su identidad.
Frank Delgado, como siempre, aparece como un arquitecto invisible que dibuja atmósferas, manipula texturas y transforma la distorsión en un tapiz cinemático. Chino, por su parte, canta como si estuviera al borde de una confesión —una mezcla entre vulnerabilidad y
amenaza que pocas voces pueden replicar.
Una estética del colapso emocional
En tiempos donde los algoritmos dictan tendencias y las playlists priorizan lo fácil de digerir, Deftones entregan un álbum que pide tiempo. Que exige escucha activa. Private Music es todo lo que no es inmediato, todo lo que no se puede explicar con un solo adjetivo. Canciones como “cXz”, “Souvenir” y “Milk of the Madonna” no buscan complacer, sino envolver, retar, fracturar.
Y ahí está el genio: la banda sigue escribiendo desde el borde de la implosión, pero con el control y la calma de quien ya hizo las paces con sus demonios.
Más que nostalgia, vigencia emocional
Deftones no son una banda que se aferra al pasado. Su legado se sostiene porque nunca han dejado de experimentar. Este disco no busca volver a White Pony, ni a Diamond Eyes. Busca hacer sentido del presente desde un lugar mucho más espiritual. Uno donde el ruido es tan importante como el silencio.
Y lo más admirable de Private Music es que llega sin necesidad de explicarse. No intenta encajar. Simplemente existe, poderoso, honesto, emocionalmente devastador. En un mundo donde todo quiere ser viral, Deftones siguen apostando por lo profundo, lo ambiguo, lo que no siempre se resuelve.